
Ahora que está tan de moda la temática vampírica/amorosa, se podría pensar que una película con ese título tan sospechoso sería más de lo mismo. Nada más lejos de la realidad. Empezando por la localización de la acción en una zona suburbial de Estocolmo, en uno de los países europeos paradigma de la sociedad del bienestar. Se palpa la miseria física y humana, miseria que ya aparecía en los libros de Sjöwall y Wahlöö (¿recordais la serie del comisario Martin Beck?) o en los más recientes de Henning Mankel con Wallander. Se siente la opresión a que están sometidos los personajes y todo el tiempo te envuelve un ambiente de oscuridad, de soledad (esos increíbles paisajes nevados ayudan), con un punto de vista que te lleva a la sensación de una permanente observación, de desasosiego. Y a pesar de todo esto, de situaciones de acoso y maltrato, de gente perdida y sin rumbo, dos personas, en este caso adolescentes pero eso da igual, se encuentran y, siendo tan diferentes, crean un lazo afectivo que les supondrá la salvación, su salvación. Sí, uno de los dos es vampiro, pero podría ser cualquier otra cosa igualmente diferenciadora. La esperanza, al fin.